martes, 5 de octubre de 2010

7 vidas son 21 días.

No se realmente si esto esta preparado para ser publicado, no se si lo que escribo en las próximas y extensas lineas es realmente una opinión formal o solo una salida frente a un muro que no puedo superar, espero que alguien llegue hasta el final. Aprovecho para pedir perdón a todos, generalmente trato de cualquier modo de que la extensión de una entrada no exceda lo que "un monitor" puede abarcar a simple vista, pero en este caso, cuando he comenzado a escribir, ha salido todo del tirón y no he sabido por donde cortarlo.

"La idea de una vida futura trás la muerte no fué y no será nunca un mecanismo de control. Cualquier deducción que llegue a tal puerto habrá errado(en mi humilde opinión) en considerar como parte de la idea en sí el uso que de ella se ha dado a lo largo de nuestra historia".

No busca dicha promesa la creación de la casta de mansos a la que su uso, reitero, erroneo por parte de la humanidad ha dado lugar, sino garantizar la superación de esa barrera cuasi-infranqueable que para el hombre, individuo único y caduco, supone.

Si bien es presuntuoso in extremis afirmar que el hombre es incapaz de culminar su busqueda de la felicidad teniendo como oponente omnipotente la certeza de la muerte, no lo es afirmar que es mucho más fácil alcanzarla sintiendose respaldado por ideas de algún tipo.

Rara vez es el hombre consciente de la realidad de la muerte como lo es de sus circunstancias tangibles (no es lo mismo saber que tarde o temprano moriremos que ser totalmente conscientes de ello) .Por norma general, esto supone un punto de inflexión en el sentido de su existencia.

Me resultaría complicado explicar las sensaciones que en mi se manifiestan cada vez que trato de adentrarme con cierta firmeza en esta cuestión y posiblemente, no serían las mismas que asaltarían a cualquier otro individuo, motivo por el cual, no las relataré (dejando hueco a cualquier lector para tratar de experimentar la pregunta en toda su magnitud por si mismo) pero si me siento obligado a transmitir las conclusiones a las que yo alcanzo (nótese claramente que son solo mis conclusiones y dado que no he experimentado dicha experiencia como ninguna otra persona, no puedo saber acerca de su "validez")

Quedan tras mi estudio de la cuestión pocas soluciones posibles a las que un ser humano "común" puede aferrarse tras afrontar seriamente dicho dilema:

-En primer lugar, queda bastante constancia de aquellos que frente a tal revelación, asustados, han viajado a estados alterados la mente mediante el uso de modificadores de la consciencia, notable ejemplo de aquello son los refugiados en las drogas (cuyo final suele ser trágico) y aquellos que se atiborran de poder hasta perder de vista la realidad (por sus grandes monumentos mortuorios los conocerás).

-Encontramos un segundo grupo, hablo ahora del caso de aquellos que frente a dicha verdad encuentran su propia existencia vacía, carente de sentido y optan en cierto modo, por un suicidio socialmente aceptado, esto es, abrazando las cadenas que la sociedad sobre ellos impone o por el contrario, tratando sin conseguirlo de llevar una existencia al margen de la sociedad que ha vaciado de sentido sus vidas. Si bien los primeros se sepultan a si mismos bajo el pesado yugo del anonimato, son los segundos los que fracasan en mayor medida, no por lo "noble" de su convicción sino por la imposibilidad genética del hombre para la asocialidad absoluta.

-Un tercer grupo sería el conformado por aquellos amantes de la sociedad, generalmente agentes activos de la continuidad de la especie, en un sentido biológico o "tecnológico" ( entiendase por tecnología todo aquello que favorece la continuidad de la especie al margen de lo meramente "humano"). Son estos en mi opinión los más dignos de alabanza y los más alabados por la sociedad. Son aquellos que ante la consciencia de su "efimeridad" buscan la razón de su existencia como parte de un todo: La humanidad. (Son paradójicamente estos los que alcanzan la verdadera inmortalidad, son aquellos inventores, filósofos, sociólogos, literatos,... cuyo nombre queda para siempre reflejado en los libros).

Pido al lector, antes de pasar al último grupo, que trate de encontrar la diferencia entre ciertos miembros de este grupo y ciertos otros del primer grupo nombrado, si bien los del primer grupo serán momentáneamente inmortales a través de su muerte, no alcanzarán nunca la inmortalidad de la que gozan aquellos que la alcanzan a través de su obra.

-Por último, aparece la solución que da lugar a la afirmación que encabeza este texto. Aquellos que ante la certeza de la muerte, pero sin capacidad real para soportar tal certeza, buscan una forma de bordear dicha barrera (que en caso de que afrontaran les conduciría sin duda alguna, a formar parte de el primer grupo como suicidas, o del segundo) tienden a abrazar este camino. No es un camino que afronte la certeza de la muerte, no choca contra el muro, en su lugar, lo rodea. Al quedar asegurada la existencia de una vida futura desaparece de forma drástica la duda que dicha muerte plantea. Es un camino que requiere de menos valor que los 2 primeros y que al mismo tiempo, no necesita de la valía personal del individuo que es necesaria para pertenecer al tercer grupo (Son estas cualidades las que ha hecho de este camino el mayoritario).

¿Y como soy capaz de afirmar que dicha idea no es (desde un principio) un mecanismo de control?
No, estáis en lo cierto, no es posible afirmarlo a través de dicha reflexión, pero por suerte, dicha reflexión es suficiente para plantear una pregunta de bastante fácil solución:

¿Quien si no aquellos que abrazaron el tercer camino podrían haber sido capaces de crear una idea así que garantiza al resto de sus "hermanos" la capacidad para ser felices sin temer a la muerte?

Por desgracia para él, no solamente su nombre no alcanzó la inmortalidad que sin duda el buscaba, sino que además, su idea fue utilizada equívocamente.
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Surge ahora ante mi, mientras paso esto a un formato digital, una nueva pregunta a la que sin duda, espero no haber contestado ya. ¿Que camino es en el que me he de englobar frente a tal verdad? ¿Soy acaso suficientemente apto y altruista para abrazar el tercer camino? ¿Huiré a un mundo irreal donde dicha verdad no tenga cabida? ¿Aceptaré los yugos impuestos? ¿Abrazaré a aquellos que piadosamente mienten?

Debo admitir, que me da miedo pensar sobre estas últimas preguntas.


Pd: ¿Que seré yo cuando ya no sea nada?

PD: gracias Teo y perdón

2 comentarios:

teologiadeS dijo...

Me sorprendes!

Menuda entrada. Los yugos de la sociedad, las ataduras, destino, muerte, reflexión.

Creo y pienso que sabes usar esas palabras a la perfección que tu vocabulario es muy extenso pero por favor aprovecho es con V. Lo siento, pero tenía que decirlo.

Ahora con respecto a la entrada. Me ha encantado, sublime postura acorde a lo que una persona que pasa por aquí puede dilucidar de tu persona. Filósofo? Sí.

Creo que nadie sabe que hay detrás de la muerte que todos los caminos sean éstos los que sean llevan al mismo sitio, que en el cementerio no se discrimina aunque existan clases como en todos sitios y que afrontar la muerte llegando a un camino concreto es una forma de ver la vida muy interesante. Me atrevo a decir que deberías reunirte con los grandes filósofos actuales y no tan actuales para compartir dicho dilema.

Estas preguntas que tu lanzas me encantaría poder contestarlas una tras otra, pero si alguien sabe la respuesta y la verifica sería tan normal y sin misterio que perdería sentido.

Excelente reflexión y encantada de leerlo. Supongo que cuando ya no seas nada solo queda eso, la nada. Supongo que todo son conjeturas y supuestos que podemos realizar con la esperanza de un día descubrir la verdad, que es dándonos cuenta cuando hayamos muerto o en unos años cuando le encontremos el sentido a nuestras vidas.

Un saludo y gracias por proponer semejante dilema. Perdón por la biblia!!!

Irene Bebop dijo...

Me he acordado inevitablemente de Tokio Blues. El protagonista reflexiona constantemente sobre la muerte desde que su mejor amigo se suicidó. "Decidí olvidar por completo la mesa de billar forrada de fieltro verde, el N-360 rojo y las flores blancas sobre el pupitre, la columna de humo deslizándose desde la alta chimenea del crematorio, el pisapapeles con forma achaparrada en la sala de interrogatorios. Al principio, pensé que iba a lograrlo. Sin embargo, por más que intentase olvidarlo, en mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos. Con el paso del tiempo esta masa empezó a definirse. Ahora puedo traducirla en las siguientes palabras: La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella."

El ser humano tiene el defecto de pensar demasiado. Los gatos por ejemplo no tienen este tipo de problemas con la muerte, se pasean altivos entre las tumbas sin miedo ni morbo ni yuyu...

Un beso!!