"[...]hay un intercambio entre creación y creador, del mismo modo que lo puede haber entre creador y criatura, susceptible de ofrecer una serie de posibilidades sorprendentes: a)un escritor crea una obra porque necesita volcar en ella una serie de circunstancias personales, que desea que queden ahí fijadas, por lo general negativas, b) un escritor inventa un personaje o articula unas peripecias que le permitan superar limitaciones en que su vida puede andar sumida o c) un escritor puede llegar a enfrentarse con el mundo en el que habita, y encerrarse en el literario (la vida interior que pone en pie Marcel Proust) o al contrario, alzar un universo referencial para tratarlo con crueldad y mostrar el mayor desprecio hacia los personajes que lo pueblan (piénsese en la novelística de C.J. Cela). En estos casos la psicología del autor actúa como factor determinante de la obra creada y no se puede renunciar a ella, ya que el lector se ve arrastrado de bruces hacia una serie de planteamientos que le afectan, de modo muy personal, en el curso de su lectura, puesto que los revive, los re-crea; es así oportuno conocer el origen de los rasgos psicológicos del autor para saber qué es lo que la obra puede contener (la angustia metafísica de Unamuno , el nihilismo de Pérez de Ayala en su primera época, su iluminismo culturalista en la segunda...)".
Pd: Se quema la tarde mientras yo te miro sin que te des cuenta.
Y exhala tu pena un perfume muy dulce y se congela el sueño.
Se apagan los cuerpos, miras la ventana con aire ausente
como quien mira alumbrada por la luz del ocaso a un niño que duerme.
-Ismael Serrano; El hueco en el que anido.
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