martes, 24 de agosto de 2010

mi final

Sigo buscando finales para la historia, escribiré el mio; ojalá y me mandéis alguno más.

Se despertó sobresaltada al oír como llamaban a la puerta, desconcertada, echó una ojeada a la estancia. El reloj marcaba las cuatro y media de la madrugada.

-No han podido llamar en serio, habrá sido algún borracho -pensó mientras volvía a acurrucarse bajo aquellas cuatro mantas que en este invierno se habían convertido en su segunda piel.

Volvió a sonar el timbre y decidió luchar contra su instinto, que trataba de impedir que saliese de su nido bajo las camas. Mientras se ponía la bata echó una ojeada por la ventana: Llovía a mares.

El trayecto hasta la puerta le pareció una odisea. Cuando finalmente llegó a la puerta, la idea de abrir le pareció una estupidez, prefirió descubrir cuidadosamente la mirilla y observar primero; no eran horas para abrirle a cualquiera.

Ante sus ojos apareció un hombre alto y delgado de espaldas a la puerta. Estaba envuelto en una gabardina de cuello alto que impedía distinguir ningún rasgo de su cara. El charco que se había formado en el rellano demostraba que ya había empezado a llover cuando el estaba en camino pero el no parecía padecer por ello.
La forma de vestir y la actitud le llamaron la atención, no había conocido a nadie así antes, pero si había conocido a alguien que aspiraba a ser así...
Tras algunos minutos hizo un amago de volver a llamar y pudo verle la cara durante una fracción de segundo, suficiente para inspirar su memoria, pero no tanto como para estar segura. Mientras el bajaba las escaleras lentamente, una sucesión de ideas se agolparon en su mente.
¿Es él? No, no puede ser él, no precisamente ese día, no precisamente a esa hora, no. Era imposible que eso ocurriese.
Y mientras su mente se enterraba en estas meditaciones, su cuerpo se lanzó hacia la ventana del salón para echar una segunda ojeada:
Caminaba tranquilo pese al aluvión, con paso firme y constante, parecía canturrear algo, y al si no estaba equivocada, hacía extraños gestos con las manos al son de la canción; era él.

Su mano buscó presta el tirador de la ventana pero quedó paralizada al comenzar a girarlo.
Una voz habló en su cerebro: No, no lo llames, no vuelvas a hablar con él, no precisamente hoy, no precisamente a esta hora.
Se volvió hacia el sofá y se refugió bajo las mantas. Una lágrima recorrió su mejilla mientras era transportada al mundo de los sueños...


Así que ya veis, el si llamó a la puerta, pero la puerta no se abrió.

¡Un saludo!

3 comentarios:

teologiadeS dijo...

Vaya, pudo ser predicho pero nadie acertó. Siempre hay una visión que se nos escapa.

Un saludo y bonita historia

Edmundo Dantés dijo...

No es el final de la historia, solo uno más :)

¡Gracias!

Anónimo dijo...

Me gusta este final, aunque me da un poco de pena por él, pero esas cosas pasan...Me encanta leer tu blog.
Un saludo. :D