miércoles, 23 de febrero de 2011

una simple arandela

Avanzaba con paso firme hacia el destino, seguro de mi mismo, dudando de ti, no creyendo en nosotros, afirmando en mi mente que el pasado murió aquel día hace ya algún tiempo.

Entonces te quise buscar, recordaba haberte guardado junto a mi, en ese bolsillo que toca el corazón, y cuando pensé en tocarte, vi que no estabas, te sentí caer, te oí rodar, y sin poder detener mi marcha, la desesperación invadió mi mente.

Paré en cualquier sitio, volví la vista atrás, ¿Porqué necesitaba encontrarte cuando ya no significabas nada para mi?. Fueron largos minutos de angustia, escruté cada palmo de carretera, cada bordillo, bajo los vehículos estacionados, recé que no hubieses alcanzado aquella alcantarilla... Al borde del colapso intenté llamarte, no sabía como decírtelo, te había perdido y necesitaba pedirte perdón, tu teléfono: comunicando.

Pero el destino quiso apiadarse de mi, pisé algo; estaba ahí, plateado, brillante al escaso resplandor del atardecer como un ascua de esperanza entre las cenizas ya apagadas.

Nunca volverá a un bolsillo, estará donde debe estar, en mi hogar cuando no en mi dedo. No volveré a perderlo, ni soñarlo.

2 comentarios:

Ana Lógica dijo...

:D claro que sí, el destino :) jeje
menos mal que lo encontraste!!

Momo dijo...

=)

Es lo que tiene cambiar de compañía y que no te avisen de que lo han hecho... por lo visto el móvil comunicó durante todo el día...

Las arandelas siempre se guardan cerca del corazón!