domingo, 14 de agosto de 2011

Pablo

Aquel día, como cualquier otro, no amaneció. Esto que podría haber resultado extraño algunos años atrás, no sobresaltó lo más mínimo al chico. El circulo polar era así, al menos en invierno.
Los motivos por los que había llegado hasta aquel lejano lugar tan apartado de su Cartagena natal dejaron de tener interés para él hacia ya mucho tiempo. Según él se decía a sí mismo, exactamente 279 días después de haber llegado.
Fue entonces cuando conoció a Penélope.
Aún recuerda perfectamente aquella cancioncilla de Serrat sonando en su mente cuando ella pronunció su nombre con un torpe acento francés. Penélope era búlgara, lo había sido desde que nació. Aunque se jactaba de haberse criado en París, su acento búlgaro la perseguía allí donde iba.
Para la mayoría de los mortales el acento búlgaro no era muy diferente del rumano, del húngaro o el moldavo, casi se podría decir que nadie salvo otro búlgaro podía reconocerlo, pero dejaba muy claro que no era parisina... hablaba demasiado bien el inglés para ser parisina. Aún así, para todo aquel que no había podido ver su pasaporte, ella jugaba a serlo.

A menudo hablaba de los largos paseos junto en Père Lachaise y los bistró de Montmartre. Pero sin duda, lo que más gustaba a Pablo eran sus historias sobre amores y desamores en los jardines de Trocadero.
A Pablo, como a cualquier otra persona, no le gustaba demasiado oír hablar a su mujer sobre otras personas, pero siempre había soñado con haber vivido alguna historia parecida durante su juventud y ahora, mientras ella hablaba, el se entretenía en cambiar cada detalle de la historia para pensar que era él quien las había vivido.

Su preferida era aquella en la que había estado esperando durante horas junto al puesto de algodón de un buen amigo para finalmente, tener que salir corriendo hacia Bretonneau. Aquella primera cita en el hospital había sido de lo más divertida. Sobretodo para él, que al contrario que Marta, no se había partido la pierna.

En realidad Pablo sólo había estado una vez en París. Fue durante el viaje de fin de curso. En aquel entonces tenía él los que ahora consideraba "unos dulces 16 añitos".
En esos años en los que es tan fácil enamorarse, aquella estancia de apenas 4 días le había permitido olvidar que su amiga Rocío no estaba enamorada de él sino de Juan, pese a verlos besarse un promedio de 8 horas al día. Aquella ciudad lo enamoró mucho más de lo que podría haberlo hecho cualquier mujer, cualquier mujer salvo Penélope, que no era ni más ni menos que un pequeño concentrado de todo lo que aquella urbe podía ofrecer al mundo; incluida su arrogancia.

To be continued?

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