Cuando llegué a la puerta maldije mi suerte al recordar que el timbre de la puerta suena igual que el del portal.
Baje las escaleras pensando que quizás habría sido mejor espera a que llamaran cuatro o cuarenta veces más antes de salir de la cama. Cuando llegué abajo descubrí que el hombrecillo de felpa roja había vuelto.
-¿Qué te ha pasado? ¿No dijiste que te ibas?
-Pues claro que dije que me iba, pero...
-Ya, los muñecos de felpa no podéis comprar billetes
-Na, eso es lo de menos, lo daba por hecho, pero... ¿sabes? Ahora admiro a Aníbal mucho más que a Neil Pert.
-¿Y eso? ¿Ya no quieres ser más guay que Chester Chetos?
-Pues claro que quiero ser más guay que Chester Chetos, pero mira, ¿has tratado de atravesar los Alpes a pié durante las primeras semanas de otoño? Yo no he conseguido pasar y él pasó con elefantes, ¡Aníbal era la poya!
-Entiendo... te has rajado.
-Bueno... es otra forma de verlo...
-Yo creo que es la única.
-Vale, tú ganas, me he rajado, ¿me dejas pasar?
Nunca he sabido decirle que no a la gente, y mucho menos a mis personalidades alternas. Es algo que tengo que mejorar para el futuro.
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