miércoles, 19 de junio de 2013

Conspirar con estilo

Todos hemos oído el asunto de las fincas de la infanta, la fea no, la otra, y no deja llamarme la atención la afición española a la conspiración, no porque no crea en conspiraciones, sino porque la afición española es la conspiración mala, casi diría que a la novela rosa.

El asunto comenzó con fuerza cuando "de pronto" alguien vino a demostrar que los datos de las ventas tenían poco o nada que ver con los de la infanta y que todo se debía "a un error humano".

Los conspiradores de pacotilla, privados de visión histórica ni capacidad narrativa pronto clamaron en dos direcciones, la primera, que el rey había comenzado a callar bocas y tapar tachones. La segunda que todo se debía a un efecto cortina de humo por parte de cierto ministro para distraer la atención. E incluso hubo alguna tercera que situaba a Montoro (o Montilla, que también es otro pueblo) en cierto aquelarre.

No os lo toméis a mal, no son malas conspiraciones, pero tienen poco calado, es decir, no valdrían nada como novela, y toda buena conspiración ha de tener un componente artístico que no existe en ninguno de esos argumentos, más que conspiraciones son rumores de porteros, y poco puede haber de trascendente en ellos. Una buena conspiración debe ser trascendente y tener una moraleja, debe ser digna de ser cristalizar algún día en un refrán.

Os planteo mi conspiración, una historia de intrigas a largo plazo que comienza mucho tiempo ha, allá cuando de pronto "la sanidad pública" empezó a funcionar mal en el boca a boca pese a que todos los informes mostrasen que teníamos uno de los mejores sistemas de salud jamás visto y de que ciudadanos de toda Europa (y de la todopoderosa Alemania) viniesen a operarse a nuestros hospitales por calidad y precio.

Esta conspiración comienza de la misma forma, con clamorosos errores en la prensa nacional. En aquel entonces fueron casos de salmonella en ciertos sistemas de aire acondicionado en Zaragoza (si no mal recuerdo) ahora es la infanta.

En un momento en que las cuentas del partido en el gobierno se encuentran arrinconadas por Hacienda, en que algunos de sus históricos miembros tienen casos pendientes con ella, justo entonces, de pronto, resulta que los técnicos de Hacienda son incapaces de comprar dos números de D.N.I. algo que cualquier niño pequeño haría con pasmosa facilidad.

¡Qué tontos son en Hacienda! ¿Cómo se puede confiar en la palabra de una gente que no sabe comparar dos números? ¡En mi declaración también se equivocaron! ¡Hacienda funciona peor que tráfico! ¡Tienen demasiado presupuesto para lo poco que hacen! ¡Y lo poco que hacen lo hacen mal!

No ha sido ningún error, ha sido una obra maestra. Ahora comenzarán a salir errores de este tipo con cuentagotas, poco a poco, poco a poco, y todo el mundo los apoyará, porque todos hemos tenido algún problema con hacienda... ¡Sentémonos a disfrutar del espectáculo neoliberal!






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