miércoles, 2 de octubre de 2013

Elmo y los grillos

Cuando desperté a mitad de la noche, una tenue luz provenía del patio, tan tenue que por un momento pensé que podría ser la propia Luna, que había elegido filtrarse por la puerta del patio y por ningún sitio más.Finalmente mi estúpido racionalismo me hizo descartar tan bella idea, y me acerqué a hurtadillas hacia la extraña luz.
Por suerte para el lector, los pocos metros cuadrados de mi domicilio hacen totalmente innecesaria una lenta descripción sobre como llegué finalmente al patio para encontrar de espaldas a mi al pequeño Elmo frente a su portátil, que pese a sus escasas 14 pulgadas, a su lado, parecía enorme.

-¿Qué haces despierto a estas horas? ¿Enganchado a alguna serie?
-No puedo dormir, sólo intento no aburrirme.
-No aburrirse es el sentido de la vida...¿qué te impide dormir? ¿Algún mal sueño?
-No es eso.
-¿Mala conciencia quizás?
-Tampoco.
-¿No habías superado ya tu problema con la nicotina?
-Si, ya no fumo. No desde que no puedo pagar los cigarros.
-¿Entonces que te pasa?
-Es el ruido, ese maldito ruido que se mete en mi cerebro y no me deja dormir.
-¿Qué ruido? ¿Yo no escucho nada raro?
-¿No escuchas a los grillos?
-¿Te molestan los grillos?
-Si, ¿soy el único?
-Probablemente no, a mi también me molestaron durante cierto tiempo, pero un día, un señor muy mayor me iluminó "si los grillos siguen cantando, es que aún no ha acabado el verano".
-Entonces quizás sea la envida la que no me deja dormir. Mi verano acabó hace ya un par de meses y ellos siguen cantando sin parar.
-Si, quizás sea la envidia.

Y allí quedamos, como idiotas en la oscuridad que queda al otro lado de la pantalla, recordando quizás yo cuando acabó nuestro verano, y recordado quizás él, a quién lo empezó.


No hay comentarios: