martes, 23 de octubre de 2012

Sueños humildes

Que el mundo esta enfermo es algo que pocos se atreverían a dudar tras leer la prensa, tras ver una comparecencia del político de turno, o escuchar a una madre de familia al hablar de las cuentas para el mes. Casi cabría decir que hemos vuelto al milenarismo, ese milenarismo cíclico que cada tantos años posee a la humanidad de un miedo tan poderoso a la realidad que pronto aparecen profecías de todo tipo sobre el fin de los tiempos.

Le da a uno por pensar que todo viene a causa de esa famosa palabra que un gobierno no quiso pronunciar y el otro ha exprimido hasta el absurdo, y quizás yendo un poco más allá, parece ver que todo es consecuencia de un "no se qué" que un "vete tú a saber quién" ha metido en los cerebros (o las almas) de toda la humanidad, convenciéndonos, cual misionero jesuita, de lo que significa la felicidad o quizás de algo más.

Camines donde camines puede uno ver los fantasmas del misionero; al escuchar a los niños decir lo que quieren ser de mayores, al ver a los jóvenes hablar de como será su jubilación o al escuchar a los viejos lo que sus nietos deben ser. Pero ocurre también, menos de lo que debería quizás, que tropieza uno en el camino con una de esas tribus salvajes y bárbaras (que aún no saben que Dios es trío y uno)  y se ilumina el camino... parece que el barro en las botas pesa menos.

Gente sublime con sueños humanos, sueños humildes, sueños más allá de la doctrina divina que impone esa esa triada moderna que rige el mundo de hoy, en fin, sueños de felicidad sin más ni más... Y parece que aún quedan esperanzas, que no todo esta perdido, que aún hay un mañana ahí fuera, nuevo, diferente y sin embargo, tan clásico que casi me recuerda que ya escuché esos mismos sueños en otras voces hace no demasiado tiempo.

¡Ay! ¡El camino!¡Siempre el camino! ¡Extraño camino el del arriero de ideas!

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